Sesgos que te impiden ahorrar

Llevar a cabo un buen nivel de ahorro no es posible para cualquier tipo de usuario, ya que es necesario comprender la importancia del mismo, así como aprender a desarrollar distintos tipos de estrategias para no caer en la compra innecesaria o compulsiva, por ejemplo. 

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Además, está demostrado que disponemos de una serie de sesgos cognitivos que nos complican llevar a cabo la tarea del ahorro diariamente. El campo de estudio que se preocupa de poner remedio a este fenómeno es la economía conductual. A través de libros como Un pequeño empujón o Pensar rápido, pensar despacio, los máximos exponentes de este campo nos explican el funcionamiento que tiene nuestro cerebro respecto a las trampas que la propia mente nos impone para no ahorrar.

Una de las mayores dificultades que encontramos en el momento de ahorrar, es precisamente de cara a la jubilación. Esto se debe al sesgo del presente, que nos lleva a ver que todavía queda un largo espacio de tiempo para alcanzar la jubilación, y que por lo tanto tenemos tiempo de sobra para comenzar a realizar este ahorro cuando más nos convenga.

El ahorro no es un castigo

Por otro lado, nos encontramos con ese prejuicio sobre el ahorro que nos lo hace ver como un castigo a través del cual no podemos realizar determinadas compras o acciones que nos gustarían. Mientras continuemos viendo el hecho de ahorrar como un castigo, y no como verdaderamente lo que es, tendremos dificultades que nos harán imposible realizar un buen ahorro.

Además, la mayor parte de los usuarios reconoce que les resulta una tarea tediosa el hecho de escoger un producto de ahorro adecuado teniendo en cuenta sus necesidades económicas personales. Esto tiene cierta lógica, ya que la mayoría de clientes desconocen gran parte del significado y funcionamiento de este tipo de productos. Si no nos molestamos en indagar sobre sus características y cuál es el que mejor nos conviene, nos rendiremos a la primera de cambio y seguiremos exactamente como estamos.

Este acto también forma parte de un sesgo, que se conoce con el nombre de sesgo del status quo. A través de este sesgo, el usuario se aferra a lo que ya tiene y rechaza esforzarse para conseguir algo mejor. La ley establece que, si hay varias formas de lograr el mismo objetivo, el individuo gravitará finalmente hacia la pauta de la acción menos exigente. Las desventajas que supone el cambio pesan más que las ventajas, por lo que se induce el sesgo del status quo.

Por lo tanto, podemos afirmar sin ninguna duda que nuestra cabeza siempre va a tender a escoger la opción que más cómoda le resulte, especialmente en el momento de tomar decisiones económicas. Esto no hace más que perjudicarnos a nosotros mismos, ya que escogeremos productos u opciones que realmente no necesitamos o que no son las correctas en base a nuestras circunstancias.

Por ejemplo, esto es algo que a menudo nos sucede en el momento de escoger activos de renta variable. Al disponer de un mayor riesgo, los usuarios se muestran reacios a escogerlo. Los expertos nos advierten de que tenemos que ser conscientes de que se trata de un activo que no genera rentabilidades positivas todos y cada uno de los años. La volatilidad, por tanto, es inherente a los mercados de renta variable. Soportar las correcciones es el precio que debemos pagar para obtener rentabilidades atractivas a largo plazo.

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