Sin duda y a pesar del momento económico por el que nuestro país atraviesa e independientemente del resultado final de las cuentas de las economías domésticas, en la cabeza de todos se encuentra la intención del ahorro, la intención de ahorrar, como un elemento tenido en cuenta prácticamente de manera constante.
Sin embargo y aun teniendo claro que el ahorro es un elemento más que importante dentro del cómputo global de las economías domésticas, no tenemos tan claro en el conjunto general de usuarios el hecho de cómo ahorrar.
En el año 2011 se publicaba un informe elaborado por la fundación de estudios financieros y cuyo título de estudio era Ahorro Familiar en España.
Las cifras de aquel estudio, al que tal vez no se prestó tanta atención como se debiera, resultaban demoledoras, cerca del 80% del ahorro de las familias españolas se encontraba invertido dentro del sector inmobiliario, el sector más golpeado por la crisis y en el que los precios se habían devaluado de manera constante y progresiva en menos de una década.
El concepto del ahorro en ladrillo, tan extendido en nuestro país, sin duda ha sido otro de los elementos fundamentales a la hora de entender el desequilibrio general de la economía. Podemos entender que, con un porcentaje tan enorme del ahorro familiar destinado al sector inmobiliario, este desequilibrio ha sido una realidad más que palpable, y que, además, en función de la evolución del propio sector, ha venido a significar por tanto una devaluación de la inversión en ahorro de las familias españolas.
Otros datos importantes de aquel estudio venían a indicarnos que existía un ahorro en paralelo, denominado como ahorro del miedo, que no consistía en la búsqueda de rentabilidad de patrimonio sino en el recorte de gastos y la inmovilización de los pequeños sobrantes, lo que combinado con lo anteriormente citado del ahorro colocado en el ladrillo ha generado sin duda situaciones muy complejas.
Este panorama, como puede entenderse, resulta insostenible en el tiempo y a pesar de la ligera evolución de los precios de la vivienda, obliga necesariamente a un replanteamiento integral del concepto de ahorro, un planteamiento que además no es provisional y desde luego se sitúa dentro de las bases futuras de la economía de nuestro país.
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El ahorro del miedo
Ya decíamos que evidentemente lo común, lo usual, sería una tendencia que acabará conduciendo el concepto de ahorro familiar en nuestro país a posiciones más “europeas” entendiendo esta posiciones como aquellas que buscan la diversificación del ahorro y el rendimiento activo del mismo a través de las diversas herramientas financieras.
Esta tendencia, llevará a la eliminación del ahorro dormido como modelo obsoleto o cuando menos residual en favor del ahorro financiero, un ahorro basado en productos como los depósitos, las rentas fijas, los fondos de inversión o los valores.
Es evidente que en este camino de evolución del concepto de modelo de ahorro no se le puede exigir únicamente al ahorrador el esfuerzo de un cambio de mentalidad tan arraigado en el caso de los ahorros invertidos en ladrillo, y debe ser, necesariamente, desde las propias instituciones por un lado y entidades financieras por otro desde donde se potencia con regulaciones más avanzadas y sistemas de protección más evidentes está manera de ahorrar activa.
No en vano algunos de los elementos principales citados como destino del ahorro activo, los valores por ejemplo, no se encuentran desde luego entre los modelos más asequibles y comprensibles de manera directa para su contratación por parte de los usuarios, que en la mayoría de los casos acceden a ellos a través de productos puente. Aunque, tampoco podemos negar la evidencia, del crecimiento exponencial de las plataformas en Internet para la inversión directa, servicios de valores a través de la red que han crecido de manera exponencial como decimos y que probablemente sean también a futuro un canal de acercamiento al ahorro activo y la inversión para el usuario medio.
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Pero ¿cómo ahorrar si nunca se ha hecho?
Bien sea porque hemos colocado nuestro dinero en ladrillo, o, simplemente, porque nos hemos acostumbrado a un consumo límite en el que parece que no hay espacio para el ahorro, lo cierto es que son muchas las personas que no saben ahorrar, o para las que ahorrar parece tarea imposible.
No existe un libro mágico que nos enseñe a ahorrar; esto es así porque cada persona es diferente y cada estilo de vida, gastos y uso del dinero, no se parece de unos a otros en nada, aunque podamos establecer diferentes perfiles.
En general, si nunca se ha procedido al ahorro como algo sistemático en nuestra economía, hay una serie de pasos comunes que todos deberíamos realizar, y que son el principio básico del ahorro.
En primer lugar, como resulta razonable, debes estar convencido que ahorrar es importante. Sin este convencimiento, sin tener la seguridad que lo que estás haciendo es positivo para ti y para los tuyos, va a ser muy difícil que te adaptes a las rutinas y exigencias del ahorro. Esta es la parte más difícil de todas. Ten en cuenta que vas a pelear con la sensación de gratificación inmediata es que el consumo produce, en un mundo global en el que cualquier tipo de compra y gasto está al alcance de un clic en nuestros dispositivos móviles, ordenadores, además de, por supuesto los comercios tradicionales.
Superado lo anterior, si eres consciente de lo importante de guardar una parte de tus ingresos y destinarla al ahorro activo, ya estás en la línea de salida de una carrera que, cuanto antes comiences a recorrer mejor.
Existen muchas teorías sobre cuál es el momento adecuado para empezar a ahorrar, pero, desde luego la mejor recomendación es comenzar a ahorrar desde el mismo momento en el que se inician los ingresos de dinero. Piensa que cuanto más tiempo dedicas al ahorro no sólo vas a ahorrar más cantidad, sino que gracias a la rentabilidad a través de una buena elección de los productos o las inversiones, vas a obtener más ganancias: y además vas a tener que colocar menos dinero destinado al ahorro.
Un ejemplo claro lo tienes en el ahorro destinado a la jubilación. Si vas a jubilarte a los 67 años y comienzas a ahorrar a los 40, tienes 27 años para aportar a tus productos de ahorro la cantidad más o menos necesaria para complementar tu pensión. Obviamente si comienzas a ahorrar a los 25 tendrás 15 años más en los que repartir ese ahorro, es decir podrás aportar menos dinero al ahorro y al tratarse de largo plazo, podrás también buscar mayores tasas de rentabilidad analizando un poco más en tus inversiones.
El siguiente paso sería poner en orden tus cuentas. Esto es algo que no hacemos muy a menudo, y que, sin embargo, es tremendamente necesario. Poner en claro nuestros gastos e ingresos nos va a permitir, sobre todo, tener una perspectiva de los primeros. En la mayoría de ocasiones cuando no se ha realizado este estudio sobre la economía personal, existen muchos gastos no cuantificados que son perfectamente ajustables, en definitiva, en muchas ocasiones el ahorro trata simplemente de ajustar el gasto de manera que podamos destinar el sobrante a ahorrar.
Determinados los gastos e ingresos de manera clara ya podemos ajustar la cantidad que debemos destinar al ahorro. Aquí hay muchas y muy variadas opiniones. Habrá gente que se incline por la regla del 30/30/10 que podría ser una de esas opciones canónicas de ahorro en las que destinas el 30% de tus ingresos a la vivienda, el otro 30% a los gastos y consumo, y el 10% para el ahorro. Pero esto realmente no es nada sencillo.
Aunque el 10% de tus ingresos sería una buena cantidad, sobre todo si cuentas con mucho tiempo por delante para ahorrar, lo importante es el hecho del ahorro. Si durante un periodo de tu vida sólo puedes ahorrar un 3% de tus ingresos hazlo. Una vez adquirida la costumbre de ahorrarte será mucho más sencillo aumentar estos porcentajes con el paso del tiempo, ahorrar se volverá algo natural dentro de tus finanzas personales: y realmente esto es lo que debes buscar.